Nosotros, los seres humanos, somos tan breves como un asfixiante momento de euforia y pasión incontenible. No pensamos demasiado, ni sentimos nuestros instintos más primarios. Creemos tontamente en una razón muerta y traicionera que siempre, desde tiempos pasados hasta ahora, ha apaciguado nuestros impulsos más bellos y espontáneos. ¿Qué fue de nuestros viejos animales y bestias?
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