El finito sentido de las cosas se pierde en el lejano horizonte del mundo.
La fe recae en lo olvidado, en lo que algún día pudo haber llegado a ser la sombra de un futuro.
En cuanto a la verdad, es lo único verdaderamente valioso de la existencia. Abstracta y sin un valor explícito que la rebaje a la realidad. Pues es ahí, entre lo real y lo eterno, donde encontramos la verdad.